La vida sigue su camino, inalterable, mientras intentamos captar su reflejo y fijar una pequeña porción que nos ancle a ese instante fugaz, a ese momento congelado, a ese sentimiento inmóvil.
Si la velocidad nos produce vértigo, su reflejo detenido nos ofrece una calma estática en la que recrearnos a nuestro ritmo.
Domamos el tiempo y lo adaptamos, lo moldeamos y ese poder nos embriaga.
Nos apasiona.
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